Un encuentro con el Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa

POR VIRGILIO LOPEZ AZUAN

                                VIRGILIO LOPEZ AZUAN Y MARIO VARGAS LLOSA



Recuerdo el Azua del 1975. La Sociedad Literaria ATHENE, estaba ubicada en un pequeño local del Ayuntamiento de Azua: Hace ya treinta y cinco años. En esa biblioteca había unos tres mil libros que a mis quince años de edad leía y leía bajo la mirada y el humo del cigarrillo Crema de Francisco Escancio, el bibliotecario. Una tarde descubrí una novela: “Conversación en la Catedral”, de Mario Vargas Llosa. Fue una experiencia extraordinaria esa lectura, en aquellos días que deliraba por hacer un curso de pintura porque tenía esa necesidad interior de ser pintor. Nunca imaginé que me dedicaría a la escritura, y nunca soñé que a estas alturas tendría más de una veintena de libros, entre inéditos y publicados.

Mario Vargas Llosa ya era un escritor de prestigio que muchos de los escritores dominicanos y latinoamericanos admirábamos por su obra y por sus tendencias al socialismo, que era como la ilusión de la “juventud pensante de la época”, inspirados por la Revolución Cubana y la mítica vida del Che Guevara.

La obra narrativa de Vargas Llosa, que siempre fue motivo de polémica entre los jóvenes de la época, generó cientos de discusiones cuando se le comparaba con la narrativa de Gabriel García Márquez. Unos preferían a García Márquez y otros a Vargas Llosa. Por mi parte no podía hacer muchos juicios comparativos porque a penas estaba iniciando mi cosmovisión literaria y mi universo literario no tenía esos grandes alcances… Pero de lo que estoy seguro y recuerdo, que la obra “Cien Años de Soledad” de García Márquez creó en mi una fascinación nunca vista y que “Conversación en la Catedral” de Vargas Llosa me despertó las ansias de conocer el lenguaje, las cosas de vida. De una u otra manera, Vargas Llosa y García Márquez, me motivaron a seguir leyendo, y de ahí hacia adelante la historia es larga, tan larga que no cabrá en mis memorias.

Después seguí de cerca a estos dos escritores, uno por su desbordada imaginación y el otro por su gran dominio del lenguaje y por sus historias que nos sustraían a todos. Puedo decir que he leído toda o casi toda la obra de Vargas Llosa, menos la última novela que ha puesto ha circular. ¿Cómo olvidar las horas de lectura de “La ciudad y los Perros”, “ La historia de Mayta”,” Pantaleón y la Visitadoras”, “El Pez en el Agua”, “ Contra Viento y Marea” , “ La fiesta del Chivo” y otros más? Forman estas historias un acervo cultural de inigualable valor en la formación de los pensamientos críticos, en las maneras de ver el mundo de hoy. Indubitablemente que Mario Vargas Llosa con su obra ha llenado importantes espacios en la formación del pensamiento moderno de muchos seres humanos, entre los cuales me incluyo.

Por eso, y a pesar de que ha estado en el país decenas de veces, anoche compartí por primera vez con él en el acto donde el presidente Leonel Fernández lo condecoró con la con la orden heráldica Cristóbal Colón en el grado Gran Cruz Placa de Plata, en el Palacio Nacional. En ese momento olvidé sus ideas conservadoras del momento, solo quise quedarme con el Vargas Llosa literario, con el Vargas Llosa que en algún momento nos hizo pensar en las revoluciones de nuestros países latinoamericanos.

El premio Nobel 2010, fue atento y distinguido, las palabras entre los dos fueron breves, lo mismo que el apretón de manos y el flash de la foto. Pero estaba frente un ser humano que sembró muchas ilusiones en mi pensamiento y por eso hago este recuento.

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