El café que hierve en negros temblores,
en convulsiones, a borbotones.
Gracias por tu olor que atraviesa las rosas,
que deshoja en pétalos la mañana
a la hora de levantarse la abuela. Gracias,
por tu olor, de montañas y manantiales,
de nubes a ras de colinas a claridad de auroras y humedales.
Gracias por tu sabor, por tus secretos espirituales.
Gracias por tu sabor a negritud, por tu memoria y tus luchas,
por temple y tus aceros.
Gracias desde mi confinidad, la que aprecio cuerpo a cuerpo.
Gracias a las noches de poesía, a tu canto, a tu silencio y a tus deseos.
Témplame los sueños, despiértame las nostalgias y déjalas volar.
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