LA LLAMA
La llama lanza carruseles de fuego, y galopan los potrillos sobre calles de piedras. Sorprende cuando quema los caminos, las yerbas y las flores y una sonrisa amarilla reconforta la marcha nocturna del olvido. La llama nos sorprende con sus lenguas calientes con sus besos de alfileres, y temblamos heridos. La llama tiene pluma y vuela, se lleva los ruidos, tantos ruidos de cantinas, tantos ruidos de chatarras. Ella anda buscando las preguntas que le debe el viento. Ella es una rana que salta a nuestro rostro olvidando que duele, que arrasa como sol, caprichos de la pena que yace en los armarios. La llama, llama, se alarga y se levanta y provoca miles fuegos bajo los plenilunios de un octubre salpicado de luna. Ella nos cubre con sus brazos alargados, que envuelve y que enredan entre las salamandras. La llama, llama los latidos y flamea, no importa lo que parezca, la llama siempre quema, come espíritus siniestros y los devuelve a las aguas, convertidos en perros y perras. La llama sube y baja por todas las escaleras de beso y enciende las lenguas, y calienta los dientes. Ella todo lo arrasa, y quema la tierra y hornea mariposas y provoca primaveras. La llama tiene el amor en sus laureles, camina y vuela, silva y se mueve como serpiente aterrada. La llama calienta las estrellas y abreva en las aceras de las novias primeras. La llama lanza carruseles de fuego y sin pensarlo esboza los pequeños monstruos que a los sueños les quedan. La llama tiene espejos y perfumes de madera, clausura las puertas, y las brujas que tanto llaman quedan petrificadas cuando vuelve el carrusel del fuego.
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