IRSE
Irse mediterráneo, desnudo
contando piedras blancas y olas
Dejar atrás lo andado
y no mirar atrás las velas de los barcos,
porque en el corazón tocan las sirenas
de los puertos y las parrandas,
y las muchachas y las alboradas.
Irse, cáscara de viento de hamacas ondulantes,
paisajes nuevos sin huellas ni mantos.
Irse sin los inviernos de tus ojos,
sin tus sales resumidas al paso de silencio,
sin volverse loco, sin Ángeles perseguidos
sin la carne y los huesos,
sin la sangre y el agua: minerales salobres.
Irse rumbo a las terrazas,
a despertar gloria de alas,
a hechizar la tristeza habitada en pares,
en tantas nieves y tantos vinos.
Irse por la escritura,
por la luna apagada en la vitrina,
maniquí, cartón y neblina.
Irse, tomar el café y las guerras,
la saliva y los heraldos,
traerán paisajes nuevos…
Irse, pero irse sin los fangos de los pies,
con las manos tendidas, sortilegio de eclipses,
sin los celos y cielos en los sueños,
en las cenizas hechas tinieblas en la tierra,
en el agua condenada a los exilios.
Irse a todo pulmón, sin el hambre y los sentidos,
sin las vendas y los telares,
sin la aguja para retejerse,
sin las rabias y los entrecejos.
Irse demasiado, sin tinieblas y calzadas,
sombra y espada, perro viejo que delira.
Irse sin gigantes en la memoria,
sin Quijotes y Sancho Panza,
sin Macondo y el infierno.
Irse sin las banderas y sin los cuchillos,
sin los zapatos y las sogas,
sin el gallo y los mares…
Irse más allá, demasiado lejos,
sin el mediodía, sin tus espejos.
Escapados por esas calles abiertas del adiós,
ruidos doblados en las esquinas,
papeles volados en las ventanas,
con tantos ríos en las mentes,
con velas encendidas en la brisa y los recuerdos.
Escapados, escaparse y llevarse el brillo de las sortijas,
enceguecidos por los faros y las torrecillas,
con luces a los lejos, con palabras en la orilla.
Escapados, redoblantes con la gloria de Dios,
corazones de fiestas y movimientos de rodillas.
Más allá las aldeas, las otras miserias
heredadas copas y compasillos, sin la miel y las tintas,
con tantas ansias en las pestañas asidas.
Encaparse, toda la bulla detrás de los remos,
en los chapoteos de la sangre.
Idos después, pájaros locos sin la ruta
y los adioses perdidos. Escapados, escaparse
siempre vendrá el sentido, los sueños amarillos.
Vendrán a temblar los corazones en las manos,
tierras altas, en las alturas y las entrañas.
Y volvemos la vista atrás, masticando las penas.
Escapados, escaparse de los hijos y la luz,
de infiernos y sus hierros rojos, sonrojados
y arrojados a los nidos. Volverán los escapados,
con otras caras y otros fríos.
Me matan las balas de otras guerras,
las del hambre carceleras, las sombras de tus ojos
el fulgor de las estrellas
Enciendo lluvias y fuegos, ataques de muertes y soledades,
en el manto de la gloria, en las calles minerales
Nos persiguen corazones y madrugadas,
atrapados de amor entre las sábanas.
Me mata el frío en los instantes de rabia,
en tormentas de sed, en la santa hora de los muertos.
Toda la ausencia me mata y rompo corazones,
sobre árboles y reliquias, sobre las heridas de la tierra
envuelta en llanto de limos y de piedras.
Me matan las horas de los relojes,
con su pasado y sus sonidos,
con su marcha y sus caminos
con tu ausencia pasionaria.
Son otras guerras que suben en las telas,
entre tantos tormentos ajenos y nuestros
entre tantas estrellas, y nos libran
Los ruidos metálicos del fuego de cuchillos
nos persiguen, nos cierran los sentidos
Me matan las balas de otras guerras
las altas cumbres de tus senos
los labios tuyos con sus destellos
huellas de nubes en tus manos de cielos
Me matan las balas de tus jardines
porque en la ilusión de una rosa nos volcaremos,
llenos de certidumbre, voces y diamantes
con el brillo de todos, quemantes del sol
amor de otros guerras y otros fuegos
EL CUERPO
Punto de mundo, el cuerpo. Punto de cuerpo, el mundo. Universo de cuerpo, el mundo. Universo de mundo, el cuerpo. Infinito punto del mundo, el punto. Encuentro y resumen, el cuerpo, vida y muerte en la muerte del mundo, punto de encuentro, miedo del mundo cuando el mundo es miedo del cuerpo. Vienen estrellas, neuronas brillantes, orbe y cerebro, corazón y sangre del sueño donde vemos fluidas distancias. Cuerpo desnudo, lejanías de encuentros, seguiremos abriendo los pechos y las puertas. Punto de amor, el cuerpo. Todo mundo, universo de mundo es el cuerpo, campo minado de bullas y silencios. Todo mundo es el cuerpo, con volcanes temblando rosas e infiernos. Todo afuera, todo adentro, el cuerpo. Materia y alimento, luz, metal y viento. Sin ven los ríos, viajan en el cuerpo, y la aurora pinta de rojo la sangre en los cielos, en los techos y los párpados. Y decimos, todo en el cuerpo, las estrellas, los mares y el silencio. Todo amargo, viajante dulce de los caminos. Todo blanco en la consumación de los huesos. Todo sangre, carne y diamante. Todo luz, brillante
Lloraré los mundos con sus ríos adentro
y abriré las grietas para colarme con mis espejos.
Lanzaré al viento las velas y me iré con mis viejos barcos.
Lloraré como nunca todas las imágenes del pueblo,
dejaré mis heridas que circulen
y que llenen de rojo la rabia del invierno.
Nadie llore conmigo, dejadme el llanto solo a la luz de día,
con mil fuegos vivos, solo con mis flores y mis trigos,
loco que nace del olvido.
Lloraré los mares y las mareas,
y encima de una quena volaré
para llorar el cielo y sus penas. Desnudo
y solo lo lloraré todo para que el prado vuelva,
con sus guitarras amarillas de cirros cantando.
Lloraré a pulmón el aire desmedido
de la angustia en cada parada.
Y seré la cruz de puertas cerradas.
Lloraré tus ojos para irme en tu luz, en tus rayos estelares.
Cada cielo tocado nos alivia del otro cielo,
cada imagen despedida son fuegos consumados,
cada surco que se abre el llanto labrado.
Lloraré demasiado, mis vísceras y mi sangre,
mis huesos y mi carne…
Y veréis el corazón cuando se vaya saltando,
por los caminos y la nada. Lloraré el infinito,
el cosmos y sus galaxias, y en cada polvo de cielo
mojaré tus raíces para regresarte enamorada.
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